Laureado del Premio Lincoln encuentra pasión en apoyar a la comunidad
Para la estudiante de cuarto año Mariel Rancel el servicio es parte de ser humano.
“Creo que el servicio viene del reconocimiento de porque eres un ser humano, intrínsecamente necesitas depender de otros”, dijo Rancel, un estudiante de cuarto año en ciencias biológicas quien está en el colegio de honores. “Es ese concepto de interdependencia. Es la naturaleza del ser humano”.
Rancel recibió el Premio de Lincoln del 2018, que rinde homenaje a un estudiante excepcional de cuarto año en cada institución de pregrado en Illinois. Servicio es un componente importante del galardón y la tremenda trayectoria de servicio de Rancel se extiende a su experiencia de voluntariado para las “Girl Scouts” en el séptimo grado.
“Mi trabajo consistía en ayudar a los consejeros de campamento, enseñar a las niñas sobre la naturaleza, seguridad contra incendios, de ser bien chistosa, y fue tan divertido”, ella dijo. “Me encantó cada segundo”.
Su experiencia con las Girl Scouts, combinado con su pasión por el servicio, la inspiró para ejercer una carrera en la educación. Tiene garantizada la admisión para su maestría en ciencias de la educación a través del programa GPPA.
Su amor por servir a los demás la ha llevado por muchos caminos. Rancel ha trabajado como voluntaria en el Hospital de la Universidad de Illinois y en la Universidad del Centro Medico Rush; sirvió como mentor en el programa de “Mujeres en Las Ciencias e Ingeniería” (WISE por sus siglas en Ingles); y participó en el programa de becas de Políticas Publicas Urbanas donde ayudó a las mujeres en Englewood aprender sobre la nutrición.
Tanto como Rancel ha apoyado a la comunidad, la UIC le ha dado una mayor comprensión de sí misma. Una mujer puertorriqueña albino quien es visualmente discapacitada, Rancel ha encontrado comunidades en el campus que han contribuido a su crecimiento.
“Creo que mi política sobre las incapacidades realmente floreció aquí porque cuando estaba creciendo siempre sentí que era oneroso pedir alojamiento a mis maestros”, dijo. “Pero una vez que le dije a la gente que no me gustaba el tratamiento paternalista que recibí, quería la habilidad de auto determinar cuándo necesitaba ayuda, así internalicé estas cuestiones de ‘soy diferente’”.
Sin embargo, su especialidad secundaria en estudios de discapacidad resultó ser una experiencia iluminadora y de empoderamiento para Rancel.
“Cada vez que iba a clase sentía, ‘ ¡caramba!’ yo pase por eso!”, dijo. “No entendía que tan grande era la parte de ser visualmente incapacitada en mi vida, y el papel que jugaba hasta que lo desempaque en clase. Pero ahora siento, ‘sí, soy discapacitada’. Y esto no es algo negativo”.
Rancel también encontró otro hogar para sí misma en el Centro Cultural Latino.
“Recuerdo yendo a un evento como estudiante de primer año, y termine asistiendo a 90 por ciento de sus eventos”, ella dijo.
“Por fin conozco gente (Latina) quienes no son mi familia. Y siempre he luchado con eso porque nunca me he mirado Puertorriqueña.
“Adentro, soy una persona discapacitada de color castaña. Exteriormente, yo soy una persona blanca sin discapacidades. Es curioso cómo la sociedad no tolera la varianza muy bien. Nosotros simplificamos, simplificamos, simplificamos y deja a personas como yo, quien no encaja en una categoría, y siento conflicto en mi vida. Pero yo soy de Puerto Rico. Y se siente tan bien poder conectar con eso”.
Rancel siente que acaba de empezar con su servicio.
“Este premio es agradable, pero no he terminado”, ella dijo. “El trabajo aún no ha comenzado. Todavía no soy maestra. ¿Por lo tanto, que servicio realmente he logrado? Estamos a solamente al cinco por ciento, hombre”.
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